El ejemplar juvenil, recogido en un trasmallo en Cullera, sufre una brutal fractura del caparazón y tiene alojado un fragmento de la punta de un pez espada.
La Fundación Oceanogràfic recibe una media de 90 quelonios al año en mal estado que, tras recuperarlos, los devuelve al mar.

 

El ARCA del Mar ha empezado con buen pie las fiestas navideñas. El Área de Recuperación y Conservación de Fauna Marina del Oceanogràfic ha alcanzado ya un registro redondo de número de tortugas que ha recibido a lo largo de su corta, pero intensa historia: la número 500.

El propietario de la Embarcación Luis de Cullera llamó a la Red de Varamientos, compuesta por la Conselleria de Transición Ecológica, Universitat de València y Oceanogràfic, después de coger accidentalmente hace unas semanas con su trasmallo una tortuga juvenil de unos 22 kilos de peso y 65 centímetros de longitud.

Un compendio de las adversidades del mar

La tortuga 500, además de su numeración tan rotunda y llamativa, es un claro ejemplo de lo difícil que es vivir en el mar abierto y del gran número de adversidades a las que se suelen enfrentar estos animales tan duros, auténticos supervivientes de los océanos.

Además de la incidencia de ser capturada accidentalmente y exponerse a la posibilidad de sufrir una embolia gaseosa – una de las amenazas a las que se enfrentan- había recibido un golpe terrible en su caparazón, donde presentaba una gran fractura de parte de la zona caudal, algo que alarmó tanto al pescador como a los propios veterinarios en un primer reconocimiento.

Pero las maldades de este joven quelonio no acaban ahí. Los veterinarios empezaron con el procedimiento habitual de chequeo con una analítica completa de sangre, un estudio radiológico y un estudio ecográfico. A la vista de las lesiones sufridas se decide llevar a cabo un TAC para ver las opciones de cirugía reconstructiva del caparazón. Fue entonces cuando se detectó algo absolutamente insospechado alojado en su región cervical: Un pez espada había interactuado con la tortuga y a resultas de esa acción había dejado un fragmento de la espada en su región cervical.

Doce años de ARCA del Mar

Desde que se abrió el Oceanogràfic en 2003 se ha colaborado puntualmente en determinados casos complejos relacionados con la fauna marina, pero su implicación ha ido progresando con el paso del tiempo, empezando con su colaboración con el centro de recuperación de Fauna de El Saler, dependiente de la Generalitat Valenciana.

En el año 2007 se pone en marcha el ARCA y fue entonces cuando se comienza a computar la entrada de tortugas para su curación y suelta posterior al mar.

Con el ARCA del Mar, también llamada el hospital de las tortugas, se intensifica la atención de animales cuyo número incrementa gracias a la colaboración de los pescadores, como consecuencia de las campañas realizadas por la Conselleria, en las que también intervienen otras asociaciones como la ONG Xaloc y la propia Fundación Oceanogràfic.

Con anterioridad, la recepción de tortugas procedía de haber quedado varadas por enmallamiento, por diversos traumas o por enfermedades crónicas. Con la colaboración de los pescadores, la atención a tortugas ha aumentado la media anual. De hecho ya alcanza habitualmente la cifra de 90 tortugas al año, mientras que anteriormente la cifra oscilaba en torno a las 25.

Investigar con los quelonios

A raíz de la puesta en marcha de la Fundación Oceanogràfic, creada tras la gestión de Avanqua del Oceanogràfic, se han intensificado los esfuerzos por conocer más estos quelonios, aprovechando el trabajo de recuperación y conservación que se lleva a cabo en sus instalaciones. De este modo se están destinando programas para obtener conocimientos básicos como sus comportamientos individuales y sociales o su fisiología.

Con consecuencia de estos estudios, el equipo de la Fundación Oceanogràfic pudo descubrir que las tortugas estaban padeciendo un síndrome, parecido al del buceador y desconocido hasta la fecha en estas especies: una embolia gaseosa o síndrome descompresivo.

Gracias a la inestimable ayuda de los pescadores y a este descubrimiento se ha podido salvar la vida de muchas tortugas que hasta entonces eran devueltas al mar con esa enfermedad mortal aunque aparentemente sanas.